Propiedad, un derecho.


Uno de los elementos que más permiten evaluar la naturaleza del socialismo es el tratamiento que las distintas subvertíentes de esa ideología da al Derecho de Propiedad.

Es consabido el rotundo fracaso que plantea la eliminación –o según el diccionario marxista- “la comunalizacion de la propiedad”, es por ello que no voy a entrar de lleno en la evaluación de esa propuesta, ya que es universalmente aceptada la necesidad de que la propiedad privada sea respetada o que al menos exista.

Ahora bien, lo que sigue siendo un estigma de la social democracia, y de múltiples y variopintos proyectos políticos que hacen vida en nuestro país y alrededor del mundo, es la aceptación de determinados elementos de la propiedad (uso, goce y disposición), pero a su vez sujetan el ejercicio de esa derecho a la circunstancia de que debe estar condicionada.


El derecho a la propiedad privada, y su aceptación como un derecho natural, propio e inherente al ser humano es quizás uno de los más revolucionarios acontecimientos después de la venida del señor Jesucristo al mundo. El hecho de que una persona pudiera conservar, adquirir, traspasar, disponer, etc. los bienes que con el fruto de su trabajo había adquirido, era algo que asentó las bases para que las naciones tal como las conocíamos cambiasen su manera de subsistir y desarrollarse. El derecho de propiedad parte de la filosofía de que una persona es dueña de si misma, y de que como las personas existen en el tiempo, aquello de lo que yo soy propietario en este momento, se debe a mi decisión de trabajar y producir para poder adquirir determinada cosa en contraprestación en un tiempo pasado y/o presente. De allí concluimos que el derecho de propiedad lo ejerzo de manera extensiva a través de mi derecho a la vida y a la libertad.

Bien, aceptado este primer juicio argumentativo, pasamos a evaluar el ideal socialista que indica que la propiedad si bien es cierto será respetada, debe estar dirigida en pro del bien común. Esta idea hecha por tierra todo lo que habíamos acordado unas líneas arriba. Si yo tengo que condicionar el ejercicio de un derecho, a lo que un colectivo de personas disponga es mejor para ellos (no para mí) entonces que sentido tiene el  respeto y la garantía de la propiedad privada. Como es posible que se acepte, el hecho de que un cúmulo de personas, totalmente abstracto y nada homogéneo, que no se vieron involucrados (al menos de manera directa) en la adquisición de un determinado bien, pueda terminar decidiendo como y cuales deben ser las limitantes al ejercicio de mi derecho.

Aceptar que la propiedad tiene algún otro límite que no sea el derecho de propiedad de otra persona, o peor aun, el aceptar que el derecho de propiedad de unos tiene más valor que el de otro, no es más que la tiranía vestida de conciliación. La propiedad al igual que la vida y la libertad debe ser entendida como un derecho absoluto sin más fronteras que el ejercicio de colaboración e interrelación voluntaria propia de una sociedad de iguales. El hecho de que nos pueda agradar o no lo que una persona en ejercicio de sus derechos termine haciendo con sus habilidades, capacidades, o bienes, no nos debe preocupar; en una sociedad libre no hay lugar para actitudes tan mezquinas y propia de sociedades subdesarrolladas y personas muy envidiosas, como la de pretender condicionar la utilidad o destino que una persona le de a sus pertenencias.Imprimir

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